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Viajar, vivir…, y volver a casa

Viajar, vivir…, y volver a casa

 

Después de 2 meses, mi viaje por Asia llegaba a su fin. Pasé unos meses maravillosos en el continente asiático, en India, Camboya, Vietnam y Tailandia, conociendo a personas increíbles, descubriendo más sobre mí y aprendiendo de maestros extraordinarios sobre una de mis grandes pasiones: el yoga.

A pocos días de volver a Lima estaba sentada entre unas rocas frente al mar, después de una meditación y una clase de Vikasa Yoga en Tailandia, pensando en todo lo que había vivido en esas cortas semanas; reflexionando sobre lo que había experimentado y aprendido, y cómo esto me había removido y me había cambiado tanto en tan poco tiempo. Tenía sentimientos encontrados: una parte de mí quería regresar a Lima para estar con las personas que quiero y para poder enseñar todo lo aprendido, pero por otro lado sentía que la travesía no acababa ahí…, no me quería ir. Los últimos días de mi viaje los viví con más atención, más consciente y agradecida, intentando estar lo más presente posible.

En mi último día me senté sola frente al mar otra vez, con árboles alrededor y mis audífonos puestos, con un papel y un lápiz en mano, y a modo de catarsis empecé a escribir cómo me sentía; desde la felicidad más pura y el incalculable agradecimiento, hasta la pena y la angustia por irme. Me prometí a mi misma que siempre recordaría ese momento, tomando una foto mental de lo que tenía en frente y aceptando lo que tenga que llegar.

 

“Los últimos días de mi viaje los viví con más atención, más consciente y agradecida, intentando estar lo más presente posible.”

 

El día que regresé a Lima me sentía bien…, estaba contenta de ver a las personas más cercanas, emocionada de regresar a mi cama, a las comodidades y el confort de mi casa, a la comida casera peruana, a mi ropa limpia que no había utilizado en los últimos meses. Los primeros días me levantaba motivada para hacer ejercicio y practicar yoga, me sentaba a meditar en las mañanas y estudiaba mis apuntes de los últimos dos meses, pero poco a poco me empecé a sentir apagada…

Me costaba dictar clases, hacer mi propia práctica, meditar, hacer ejercicio e, incluso, socializar. Cuando hablaba de mi viaje me invadían emociones de todo lo vivido con cada palabra que salía de mi boca…, esto me movía mucho internamente y me hacía sentir muy sensible y vulnerable. Cuando me juntaba con gente sentía ansiedad por momentos; me quería ir para estar sola y tranquila. Por días lloraba…, extrañaba ese otro lado del mundo: su belleza, la filosofía de vida, las sonrisas, las costumbres, los olores y sabores.

Me considero una persona emocionalmente fuerte –gracias al yoga y la psicología que me han dado muchas herramientas para lidiar con mis emociones y mis pensamientos– pero en estos momentos sentía que todo lo vivido en Asia se manifestaba en mi como una enorme ola de emociones: me sentía alienada, una outsider y totalmente frustrada. Habían momentos en los que me observaba a mi misma y me preguntaba: ¿Quién eres? ¿Qué te está pasando?

@kianadeaza

Con la ayuda de algunas personas, y mucha fuerza interior, lentamente regresé a mi práctica diaria y noté que le estaba viendo el lado negativo a mi regreso a Perú, a mi vuelta a la rutina. Pero creo fervientemente que cuando algo te mueve y pasas por una crisis emocional creces mucho, evolucionas y te conoces mejor… En este momento yo estaba viviendo los cambios de los últimos meses en mente, y en cuerpo físico y energético: literalmente lo sentía en cada hueso.

El mejor consejo que recibí: embrace the change. Decidí aceptar y abrazar esta vulnerabilidad, llorar con felicidad de haber vivido lo que viví, canalizar la sensibilidad que tenía hacia lo positivo -hacia mi práctica, mis enseñanzas y mis relaciones. Y es algo en lo que sigo trabajando día tras día y cada vez me siento mejor…

 

“¿Lo que este proceso de “vuelta a la rutina” me ha enseñado? Siempre hay una infinidad de cosas que quedan fuera de nuestro control, pero es uno mismo quien decide, siempre, la mirada y el giro que le quiere dar a las situaciones.”

 

Siempre había escuchado la frase “nunca regresas igual de la India”…, hoy finalmente la entiendo y la puedo confirmar. Este viaje a tocado cada célula de mi, me ha transformado, me ha alimentado y me ha movido… Ha removido mi forma de ver la vida y de verme a mí misma, a lo que me rodea y a quienes me rodean. He cambiado mucho y me siento cada vez más integrada y más yo misma que nunca antes.

¿Lo que este proceso de “vuelta a la rutina” me ha enseñado? Siempre hay una infinidad de cosas que quedan fuera de nuestro control –como los sentimientos que nos acaparan– pero es uno mismo quien decide siempre la mirada y el giro que le quiere dar a las situaciones. La verdadera práctica empieza aquí, en lograr traer la conexión y la felicidad que encontré allá para aplicarla a mi realidad. Depende de nosotros abrazar cada momento y sobretodo embrace the change: abrazar el cambio, aceptando lo que venga para nosotros.

No me canso de decirlo: somos seres cambiantes en un mundo cambiante. Lo que empezó siendo un miedo de salir de mi zona de confort terminó convirtiéndose en la mejor decisión de mi vida.

En los próximos artículos quiero compartir algunas de las enseñanzas que aprendí en estos meses, sobre yoga, psicología, amistad, cultura y sobre la vida. Acompáñame en este camino.

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