Un viaje por los anticonceptivos del pasado

Desde la Antigüedad, los seres humanos han buscado la forma de tener relaciones sexuales sin que el objetivo primario sea procrear. Si bien hoy en día tenemos una amplia variedad de métodos anticonceptivos, en el pasado estos tampoco eran una novedad. ¿Ya conoces cómo se cuidaban nuestros antepasados?
Una de las primeras fuentes que demuestra la existencia de métodos contraceptivos es el Ebers Papyrus, una compilación de textos médicos egipcios que datan de 1550 antes de Cristo. Otras fuentes de la Antigüedad que aluden a la contracepción e, incluso, al aborto, son los textos de científicos griegos y romanos.
A pesar de que estos métodos no siempre fueron cómodos ni seguros, sí eran utilizados por varias personas, quienes recurrían a plantas y objetos hasta rituales postcoito para evitar la fertilidad.
Objetivo: prevenir un embarazo
Mujeres egipcias, romanas e, incluso, de la India creían que las plantas podían ser efectivas para evitar un embarazo. En India, las mujeres utilizaban algodones sumergidos en una mezcla con ‘ghee’ -una suerte de mantequilla- que mezclaban con miel o semillas de árboles. En Egipto, empleaban la acacia mezclada con miel, que creían poseía propiedades espermicidas.
El silfio es otra planta que fue utilizada por mujeres egipcias, romanas y griegas. La planta silvestre, que actualmente se encuentra extinta, tenía una variedad de usos: se utilizaba como condimento y por sus propiedades curativas. Las mujeres que querían aprovecharla como contraceptivo la tomaban en forma de tisana o la preparaban de la misma forma que la acacia, creando una pasta para untar en un algodón.
El médico griego Sorano de Éfeso (siglo II) también les atribuía cualidades contraceptivas al aceite de oliva y a la granadilla. Estos alimentos debían ser untados en el cuello uterino para obtener el efecto deseado.
En Asia, los métodos de contracepción eran más radicales. Se dice que, antiguamente, el plomo, el mercurio y el arsénico eran bebidos por las mujeres en China para así reducir su fertilidad. Las mujeres fértiles bebían la mezcla en cantidades muy bajas para evitar el riesgo de envenenarse o tener efectos secundarios; sin embargo, como es de imaginarse, estas alternativas les dejaban secuelas incluso en dosis muy reducidas.
Habemus condón
En cuanto a los métodos de contracepción que aún utilizamos, el condón fue el primero en ser inventado: su primera descripción fue publicada por el anatomista italiano Gabriel Falopio en el siglo XVI.
Inicialmente, los condones eran elaborados con intestinos de animales y se utilizaban para prevenir el contagio de enfermedades sexuales. Recién a la mitad del siglo XIX, gracias al descubrimiento del proceso de vulcanización del caucho por el estadounidense Charles Goodyear, el condón se volvió una opción accesible y popular.
A principios del siglo XIX, el control de la natalidad se convirtió en un movimiento social gracias a mujeres como Margaret Sanger (Estados Unidos) y Marie Stopes (Gran Bretaña); quienes enfatizaron en la importancia de este tema para reducir la pobreza y la sobrepoblación.
En 1918, Stopes publicó “Married Love”, un manual sobre sexo extremadamente controversial, que inició la discusión sobre el control de natalidad en el Reino Unido. La escritora también fundó la primera clínica de control de natalidad en Gran Bretaña: un espacio en el que se promovía el uso de esponjas como contraceptivos (podían utilizarse con quinina o aceite de oliva, y estaban elaboradas con caucho).
Si bien hoy en día contamos con una amplia gama de opciones anticonceptivas, este es un privilegio del que no todas las mujeres gozan. La realidad es que la salud reproductiva y la educación sexual no es un tema primordial en todos los países del mundo y, lamentablemente, algunas mujeres aún viven como nuestros antepasados.