Un espacio para sanar

¿Se necesita apoyo psicológico para salir del clóset? El psicoterapeuta peruano Jose Antonio Perez-Wicht resuelve esa duda en este artículo para Vitamina M.
Por: Jose Antonio Perez-Wicht @pewic
Es oscuro. Es tan oscuro que tampoco sabría decir si es chico o grande, pero podría apostar a que es chico porque es sofocante. También es húmedo. No sé si es húmedo porque es chico o por las incontables lágrimas que se derraman durante el encierro.
Y así se la pasa uno viviendo o más bien muriendo, náufrago en la eternidad de su propia noche. Si te esfuerzas, puedes escuchar lo que sucede fuera y la oscuridad del confinamiento logra, a pesar de todo, conceder cierta sensación de seguridad.
“Si yo mismo no me veo, los demás tampoco. Estoy seguro”. No faltará quien haya aprendido a dominar el arte de salir y volver a entrar del clóset sin ser visto, así como tampoco faltará quien se haya auto-concedido la gracia de vivir en el autoengaño y de negar la oscuridad del encierro.
Tampoco falta el afortunado que no tiene la necesidad de meterse en un armario por la amabilidad y buen juicio de la gente que le rodea. La realidad es que la mayoría guarda claustro por miedo y el miedo puede ser dominante, expansivo y amedrentador.
Los beneficios de la psicoterapia
Podemos definir la psicoterapia como aquel espacio que le otorga a uno la licencia de ser y es verdad: creo fervientemente que el espacio terapéutico, siempre que esté en manos de alguien idóneo, es un lugar fértil para nuevas identidades, para ordenar las cajas de lo viejo y comenzar de nuevo. Creo que es un espacio de diálogo, introspección y de co-construcción.
Es otro espacio, uno distinto al clóset en donde uno se anida, y eso ya es bastante. Ahora bien, con la misma vehemencia con la que recomiendo espacios para pensar(se), es con la que protejo los procesos. “Salir del clóset”, como se le dice popularmente a elaborar una identidad a raíz de tu propia orientación sexual, también lo es. Es un terreno regido por la subjetividad de la persona, marcado por su propio ritmo y al compás de su propia experiencia.
“¿Por qué la gente con una orientación sexual distinta necesita de otro espacio para poder comenzar a existir?”.
Llegar a psicoterapia puede ser difícil: desnudarse emocionalmente frente a otro exige cierta preparación mental, como cualquier decisión relevante que uno pueda tomar. A lo mejor, lo que tenemos que abordar es “¿por qué ir a psicoterapia?”. ¿Por qué la gente con una orientación sexual distinta necesita de otro espacio para poder comenzar a existir?
Por la simple razón que la minoría LGBTIQ+ ha sido violentada sistemáticamente y de manera estructural, porque a la expresión de su ser se le ha obligado a empequeñecerse al punto de la no existencia. Y es ahí donde debe suceder el cambio, en el reconocimiento y en la validación. En una sociedad que comience a abrir puertas en vez de quemar puentes. En esa conversación íntima que debemos tener con los nuestros para que dejen de ser cómplices de tremendo abuso.
Cultura patriarcal
Hace no mucho tiempo estaba buscando un regalo en la zona de juguetes de un supermercado, cuando escucho que un niño, que tendría entre 8 y 10 años, se acerca a su madre con una caja y le dice “¿este?”. La madre coge la caja, le da vueltas como para comprobar la feminidad del producto y solo atina a responder: “¿Y este otro no te parece mejor y más grande?” mientras señala una caja de cualidades “masculinas” y deja la caja que su hijo había elegido encima del estante, lejos de su alcance para que no lo vuelva a tocar “porque quema como los mil incendios del infierno”.
Me pregunto si la madre es consciente de todo lo que cortó en ese momento. No tengo ni la menor idea de si su hijo será o no gay en un futuro, y si su elección de juguete trasciende a roles de género y/o tiene algún tipo de valor predictivo con respecto a su orientación sexual. No tengo la más mínima idea y tampoco me parece relevante porque estoy seguro que el niño tampoco tiene idea y, por ahora, tampoco le importa.
Sin embargo, a su madre sí. Ella acaba de dictaminar de manera tajante con qué tipo de juguetes puede jugar su hijo y qué tipo de juguetes quedan prohibidos. A ese niño se le ha negado un espacio importantísimo: el del juego y, por ende, se le ha negado el espacio de la exploración que cada juego conlleva con la magnífica oportunidad de barrer con límites mentales y generar ampliaciones en su mundo interno.
Mientras más acceso tengan lxs niñxs para jugar con un abanico más grande de juguetes, tendrán la oportunidad de configurar una identidad que resuene con quiénes son. Esta madre, víctima simbólica de la cultura patriarcal, ha hecho dos cosas: le ha puesto freno de mano a una de las rutas de construcción identitaria de su hijo. Con esto no solo ha cerrado espacios, sino también le ha enseñado a su hijo que ese espacio de exploración “no debe” existir.
No me queda más que esperar que este artículo llegue a buenas manos como mensaje embotellado que flota en altamar para quien quiera entender que este mes del orgullo es trascendente para todes y exige la reivindicación de lo diferente. También para entender que hay quienes habitan en lo abyecto y necesitan ser repatriados porque les toca, porque es justo, porque son personas y no hay persona que deba estar marchando para que sus derechos sean tan reconocidos como los que ostenta el que vive del oficio de señalar lo distinto.
Acerca del autor:
Jose Antonio Perez-Wicht es licenciado en Psicología Clínica (PUCP) y psicoterapeuta de orientación psicoanalítica. Especialista en investigación en temas de género y psicoanálisis. Miembro grupo de investigación: Psicología, cultura y género (PUCP). Trabaja con minorías LGTBIQ+.