“Un corazón normal”: una historia que no pierde vigencia

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Primero lo llamaron “cáncer gay” como si fuera una condena. Hoy lo llamamos VIH o SIDA y sabemos cómo se transmite y cómo controlarlo. En 1981, el escritor Larry Kramer comienza a notar que algo extraño sucede en el entorno gay de Nueva York. Su búsqueda, su lucha y sus pérdidas las conocemos en su obra teatral “Un corazón normal”, la cual fue la base para la película estrenada en 2014 bajo el mismo nombre. En ella se retrata la crisis que se vivió debido a la aparición de este terrible virus. Una lucha humana que, hoy más que nunca, necesitamos recordar.
Por: Camila Cantuarias y Mariana Cortijo*
Ned Weeks (Mark Ruffalo) necesita apoyo legal. Todas las puertas se cierran en su cara antes que siquiera pueda darse a escuchar. Quizás por su carácter. O quizás porque simplemente nadie lo quiere oír. Su hermano, quien básicamente lo crió tras la muerte de sus padres, podría ser de gran ayuda. Tiene poder. Tiene nombre. Pero no lo mira a los ojos. Ned entiende, como nunca, que su hermano aún lo ve como un chico enfermo. Lo ve como ese niño que mandó a mil y un terapeutas para que lo curara por ser gay.
“Un corazón normal” (2014) está basada en la obra de teatro autobiográfica de Larry Kramer, fundador de una de las instituciones por la salud de la población homosexual más grandes del mundo: Gay Men’s Health Crisis (GMHC). La película (que se puede ver en HBO Go) nos hace viajar a Nueva York en 1981: un tiempo en donde ser gay era un signo de rebeldía y libertad puesto que la comunidad recién comenzaba a vivir su verdad.
Imaginemos esta situación: vives en una ciudad, tienes un trabajo, se sabe que eres gay (pero la palabra no se usa), tienes tu círculo de amigos y de repente un día comienzan a enfermarse y morir. No entiendes la razón. ¿Qué pasó? ¿Qué es lo que tiene tu amigo? ¿Lo puedes tener tú? ¿Todos van a morir? Esa sensación de incertidumbre, angustia, desesperación y, dentro de todo, determinación, es la que percibes durante los 132 minutos que dura la película.
¿Por qué debemos seguir hablando del VIH?
Cada año, alrededor del mundo, seis mil personas son diagnosticadas con VIH. Cuando la enfermedad empezó, aparentemente era algo que “solo cobraba la vida de hombres homosexuales”. Le llamaron “el cáncer gay” y poco o nada se hacía por ayudar a los afectados e investigar el virus.
Ningún político hablaba públicamente de la enfermedad pues sabía que podría tener efectos secundarios en su reputación. Ni siquiera autoridades de la comunidad LGTBIQ+ que estaban en el clóset se atrevieron a levantar la voz. La única persona que, en la película, toma la situación en serio, es la doctora Emma Brookner (Julia Roberts), una doctora a la cual el polio dejó en silla de ruedas y, quizás por eso, tiene mayor empatía por los enfermos de VIH y SIDA.
Recién en 1986, cinco años después de que comenzara la epidemia, el entonces presidente de los Estados Unidos, Ronald Reagan, reconoce esta enfermedad y decide invertir presupuesto en buscar una cura. Para ese entonces ya habían 20 mil fallecidos y 36 mil diagnosticados.
“Le llamaron “el cáncer gay” y poco o nada se hacía por ayudar a los afectados e investigar el virus”.
En nuestro país, para junio de 2018 había un total de 115,797 casos de VIH y 41,684 casos de sida. En el año 2017, el número de peruanos viviendo con la enfermedad era de 72 mil personas. (MINSA: 2018). Ahora, para ahondar un poco en el tema, ¿cuál es la diferencia entre el VIH y el SIDA?
El VIH es el virus que causa la infección destruyendo las células de nuestro sistema inmunológico. El SIDA es la última etapa de la infección por el VIH. Sin los medicamentos para el VIH, conocidos como retrovirales, el VIH puede convertirse en SIDA en aproximadamente 10 años.
Por lo general, la trasmisión del virus es predominantemente sexual y hasta el día de hoy no hay cura total. Con las medicinas adecuadas puedes ser un paciente con VIH indetectable o hasta intransmisible, pero el virus nunca deja de estar presente.
¿Por qué se sigue luchando?
A veces, cuando veo una película, busco identificarme con uno de los personajes o con lo que el personaje piensa o dice. En la película, me encontré en Estelle, una mujer que acude al Gay Health Service Center tras el fallecimiento de su mejor amigo Harvey a causa de la enfermedad. Estelle se muestra como el primer personaje que no es un hombre homosexual, además de la doctora, que busca pelear la batalla con todo el grupo. Esto nos demuestra algo muy importante: no se necesita ser la causa para defenderla.
La frustración frente a esta situación por parte del personal médico lo vemos encarnado en Emma Brookner. Ella ha visto pacientes llegar y morirse a los pocos días y, a pesar de toda su investigación, carece de los recursos para culminarla. “Sabes, el polio también fue un virus y ahora nadie se enferma de eso” le dice en un momento a Ned. Consiguen una visita médica luego de esperar -literalmente- años y aún así las cosas no parece que vayan a cambiar.
Al poco tiempo, Ned recibe una invitación a la Casa Blanca y piensa que ha encontrado por fin un aliado. Sin ganas de dejar más spoilers de la película, porque en serio todos deberían verla este mes, las cosas no salieron tan bien como el escritor hubiera querido.
Esta reseña llega en tiempos de cuarentena. Llega en un momento en el que tenemos que ser más solidarios que nunca. Al ver “Un corazón normal”, no podrán evitar dibujar paralelos entre lo sucedido en aquellos años y en lo que sucede hoy en día gracias al coronavirus: indiferencia, egoísmo, pánico, desinformación y hasta teorías de la conspiración. Es una película con muchísima humanidad y con grandes actuaciones que no solo te va a conmover sino que, con suerte, te transformarán en una persona más solidaria, más empática y, sobretodo, más humana.
Acerca de las autoras:
*Este artículo fue escrito a dos manos por dos muy buenas amigas. Una que es parte de la comunidad LGTBIQ+ y la otra que, a pesar de no serlo, se considera una aliada acérrima en la búsqueda por la igualdad.