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Tapadas limeñas

Tapadas limeñas

 

A pesar de que fueron retratadas por distintos autores como Flora Tristán y Ricardo Palma, o pintores como Pancho Fierro, hoy en día pocos saben sobre las tapadas limeñas.

¿Quiénes eran exactamente estas mujeres, características de la Lima de antaño?

Se les llamaba “tapadas” a aquellas, como describe Ricardo Palma en Tradiciones Peruanas, eran mujeres que utilizaban como vestimenta la “saya” y el “manto”. La expresión proviene del hecho que estas mujeres utilizaban el manto para cubrirse el rostro, casi en su totalidad, dejando sólo un ojo al descubierto. Esta práctica también les dio el nombre de “las enfundadas” por parte de las criollas mexicanas.

Tanto Flora Tristán como Ricardo Palma consideraban esta vestimenta como peruana y exclusivamente limeña: “Lima es la única ciudad del mundo donde ha aparecido. En vano se ha buscado hasta en las crónicas más antiguas de dónde podía traer su origen. No se ha podido descubrirlo. No se parece en nada a los diferentes vestidos españoles y lo que hay de cierto es que no fue traído de España. Se encontró en aquellos lugares a raíz del descubrimiento del Perú, aunque es notorio al mismo tiempo que nunca existió en otra ciudad de América. […] Sólo en Lima se puede confeccionar un vestido de esa especie.”[1] Sin embargo, se cree que la saya y el manto son originarios de España y que encuentran sus raíces en las vestimentas de los moros – las cobijadas de Vejer de la Frontera, también cubrían todo el cuerpo y sólo dejaban un ojo descubierto. 

El vestido estaba compuesto de dos piezas. El manto era siempre negro, plisado y de una tela liviana. Las sayas, también plisadas, eran al contrario más pesadas, ya que eran hechas con grandes cantidades de tela. Las primeras sayas marcaban la cintura y eran ceñidas por la parte baja, permitiendo a las limeñas caminar “a pasos menudos”, pero esto cambió a lo largo de los siglos, y las sayas estrechas fueron remplazadas por faldas más holgadas.

 

“Como es de imaginarse, hubo varios intentos por parar esta costumbre, ya que esa libertad, suponía para algunos hombres cierta desconfianza.”

 

Uno podía distinguir a través de sus colores el rango social de las limeñas. Aquellas de alta sociedad utilizaban el negro u otros colores oscuros, mientras que los colores claros eran reservados para las mujeres de clases más bajas. Los colores de las sayas no sólo marcaron clases sociales. En la República se crearon diferentes sayas para demostrar el apoyo a distintos caudillos (la gamarrina, la orbegosina y la salaverrina). Estas se diferenciaban principalmente por el color – la gamarrina era tela negra y la orbegosina era de color azul o verde oscuro- y se caracterizaban por ser más amplias y “permitir la libertad de movimientos”.

Contrariamente a lo que se podría creer, la saya y particularmente el manto otorgaban a las limeñas una sensación de libertad, permitiendo burlas o coquetería sin dañar su reputación. Como es de imaginarse, hubo varios intentos por parar esta costumbre, ya que esa libertad suponía para algunos hombres cierta desconfianza. Argumentaban que al no saber al identidad de la tapada, podían estar cortejando a sus esposas así como a sus hijas, suegras o hermanas. También mencionaban que el usar esta vestimenta permitía a las mujeres cometer delitos. Es por eso que en 1601, durante el Tercer Concilio, el arzobispo Santo Toribio de Mogrovejo intentó, sin éxito y bajo la pena de excomunión, abolir el manto y la saya.

Años más tarde, los virreyes marqueses de Guadalcázar (Diego Fernández de Córdoba) y Montesclaros (Juan Mendoza y Luna) intentaron eliminar esta práctica, pero las mujeres limeñas continuaron utilizándola. No fue hasta mediados del siglo diecinueve, que las limeñas sustituyeron el manto y la saya por la moda francesa.


Fuentes:

[1] Peregrinaciones de una paria.

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