¿Soy machista?

El machismo, últimamente, parece una epidemia. Cada día aparece un nuevo caso de violencia contra la mujer en las noticias y hasta en nuestro propio entorno: nos golpean, nos jalan, nos arrastran, nos empujan.
Y tú, ¿qué tan machista te consideras? El machismo no empieza en el maltrato físico, sino en cualquier pensamiento o acto en el que la mujer es asumida como “menos” que un hombre. El machismo está en casas, colegios, discotecas, oficinas y en la calle… En la revista del domingo y en el programa del sábado.
Podría dar miles de ejemplos, mediáticos o cotidianos, de cómo la sociedad nos pone barreras por ser mujeres (y “miles” no es una exageración). Pero antes de señalar a cualquier lado, quiero hablar de mí y de cómo la más feminista también tiene algo de machista.
“No me la imagino con un vestido”.
Mis amigas de la universidad y yo íbamos camino a clases comentando sobre una chica del salón a la que se le veía bastante masculina. Se trataba de una chica hermosa, inteligente, atlética y que luego se volvió muy amiga mía, pero en ese momento yo estaba criticando lo “poco femenina” que se le veía y lo “poco mujer” que aparentaba por su forma de ser y de vestir.
No había cruzado ni una palabra con ella; no sabía nada de su vida, de sus problemas, de sus virtudes, pero ahí estaba yo criticándola. ¿Por qué? Porque dentro de mí se había creado una imagen de cómo se debía ver una mujer, porque “ser mujer” implicaba verse y vestirse de cierta manera, y portarse como el resto lo espera.
“¿En serio ha venido maquillada al gimnasio?”.
Esta, debo admitir con mucha vergüenza, fue hace no mucho. Yo estaba en la caminadora con mi polo con hueco, sudando tanto que ni de reojo me atrevía a verme al espejo y pensando en el sabor del helado que me comería saliendo y entra una chica regia, con ropa de gimnasio que parecía de catálogo, una cola perfecta y… ¡maquillaje!
No solo comenté con mis amigas lo ridículo que me parecía, pero hasta lo escribí en Twitter. Nadie critica a un hombre por cómo va vestido al gimnasio y a nadie le afecta realmente cómo va una chica vestida o arreglada a un gimnasio. Entonces, ¿por qué no dejamos de criticarnos por tonterías y de hacernos la vida más difícil unas a otras?
“Hay un error… La mitad son mujeres”.
Me tocaba entrevistar a estudiantes de ingeniería en Cajamarca, eran solo 10 entrevistas, pero debía ser una muestra representativa del universo de estudiantes. Cuando vi que 5 de mis entrevistados eran mujeres me puse de mal humor. Pensé que era otra vez un error en el reclutamiento, que seguro las pocas mujeres de la facultad habían tenido más disposición a ser entrevistadas y por eso las habían llamado.
Sentí tanto orgullo cuando me confirmaron que no había ningún error, que esa idea era puro prejuicio mío y que esa facultad tenía, efectivamente, más mujeres que hombres. Que eran además las mujeres quienes destacaban en los estudios y ocupaban los primeros puestos la mayoría de veces. Pero claro, en mi cabeza las mujeres estudiamos arte, psicología y educación -o cualquier otra carrera- pero no ingeniería ambiental, civil o geológica.
El machismo es una epidemia
Cuando dejo que me cedan el asiento en el Metropolitano, cuando le digo a un amigo que seguro su novia no le da permiso para salir, cuando me burlo de otra chica porque no calza en mi estereotipo de ‘mujer ideal’, muestro una parte en mí que también es machista.
Ya sea un comentario, un pensamiento o una broma, el machismo es una epidemia que nos alcanza a todos. Vivimos tan escandalizados por las imágenes de horror de hombres masacrando mujeres, que nos olvidamos de que nuestra vida está llena de micromachismos.
“Tenemos que empezar por lo primero: mirar hacia adentro, aceptar que somos parte del problema y hacer un esfuerzo por cambiar”.
Parece inofensivo, podrían pensar que exagero, pero para solucionar este asunto que nos destruye como sociedad y que nos involucra a todos, tenemos que empezar por lo primero: mirar hacia adentro, aceptar que somos parte del problema y hacer un esfuerzo por cambiar.
Para hacer de este un lugar en donde hombres y mujeres tengamos las mismas oportunidades y el mismo trato, debemos empezar por tratarnos nosotras mismas sin prejuicios. Reflexionemos sobre los estereotipos que hemos construido, tratemos de derribarlos y avancemos juntas contra el machismo.
Redactora de actualidad y política en Vitamina M. Psicóloga social con 7 años de experiencia en investigación de mercado.
Interesante artículo. Debo confesar que, en efecto, he realizado comentarios similares e incluso me he sentido forzada a cumplir con las “reglas generales” sobre ser una señorita y servir, pero cuando vemos alguien diferente a este molde juzgamos en base a lo aprendido y todo se vuelve un círculo vicioso y tóxico. La solución es respetar y apoyarnos unas a otras! 🙂