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Sí, el privilegio blanco en el Perú existe

Sí, el privilegio blanco en el Perú existe

Por si te quedaba alguna duda de su existencia, te lo cuento yo, que he sido beneficiada por el llamado “privilegio blanco” toda mi vida*.

¿Cómo sé que que he sido beneficiada toda mi vida por el privilegio blanco? Porque familia no es parte de la élite limeña, no tengo un apellido prominente -mi papá es un simple inmigrante que se escapó de una muy mala época en su país con solo quinto grado de primaria- y tampoco estuve en un colegio sumamente caro ni he sido socia del Club Regatas.

Simplemente tuve la “suerte” de que, tanto mi papá como mi mamá, son los gringos de sus familias por cuestiones genéticas. De ahí salimos mi hermano y yo. Un par de gringos por casualidad.

“Qué blanquita es”

A lo largo de mi infancia, escuché mil veces que le decían a mi mamá “¡qué linda su hijita, qué blanquita es!”. Conforme iba creciendo, empecé a sentir que, el hecho de verme como me veía (rubia y con ojos claros), hizo que siempre tuviera amigas en todas partes. Mi aspecto generaba confianza de inmediato.

También recuerdo que, dos veces que viajé al extranjero para hacer unas pasantías durante mi vida universitaria, nadie creía que era peruana. “No puedes ser peruana porque todos los peruanos son feos”, escuché varias veces. Pero todavía era muy joven e ingenua. No tuve ninguna respuesta inteligente ante eso. Simplemente quedé impactada por la ignorancia de esas palabras.

“Nunca le di más vueltas al asunto hasta hace unos meses, que empecé a reflexionar sobre el privilegio blanco”.

Mientras estudiaba en la universidad, se me hizo claro que los “blancos se juntaban con los blancos” y que “todos los blancos nos conocíamos”. Siempre sentí que, con mi grupito de amigos, teníamos especie de alfombra roja. Todos los docentes nos conocían y nos ayudaban en todo lo que les pidiéramos e, incluso, nos proporcionaban las mejores pasantías y oportunidades.

Lo cierto es que sí existía una gran diferencia en la forma en que trataban a alumnos con facciones distintas a las de mi grupo amical. Nunca le di más vueltas al asunto hasta hace unos meses, que empecé a reflexionar sobre el privilegio blanco.

Privilegio laboral

Estudié una carrera totalmente distinta a la que actualmente forma parte de mi vida. Pasé del mundo médico al mundo de la boda y la belleza durante mis “treintaitantos”. No quería pagar piso del todo. No tenia mucho tiempo para pasar por eso por lo que aproveche algunos contactos para dar a conocer mi nueva faceta.

Lo cierto es que muchas puertas se me abrieron de inmediato sin tener ni media experiencia. Definitivamente, creo que fue en gran parte a cómo me veía, ya que de inmediato generaba confianza mi aspecto físico. “¡No nos va a estafar! ¡No nos va a robar!”, seguro pensaban varias personas. Es muy raro decirlo, pero sé que en esas primeras oportunidades tenían más que ver con mi físico que con mi talento. Sin embargo, sé que todo lo que logré después se lo debo a mi talento y mi experiencia.

“Todas las personas -en el Perú y el mundo- deben ser valoradas por sus capacidades, valores y moral, no por si tienen ojos verdes o la “piel clarita” como yo”.

En su momento, no me generaba ningún tipo de inquietud ni incomodidad tener todos estos privilegios, ya que lo consideraba normal. Sin embargo, conforme fui reflexionando sobre el tema, empecé a ver las cosas de forma diferente. Hoy puedo decir que no lo considero justo. Esto tiene que cambiar.

Todas las personas -en el Perú y el mundo- deben ser valoradas por sus capacidades, valores y moral, no por si tienen ojos verdes o la “piel clarita” como yo. Ahora que soy madre, planeo enseñarle a mis hijos que todos los seres humanos merecemos crecer con las mismas oportunidades y que que nuestro valor depende enteramente de nuestra alma, nuestro espíritu y nuestro esfuerzo.

*Este artículo es un testimonio que ha sido publicado de forma anónima por pedido de la colaboradora. 

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