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¿Sabes qué quieres?

¿Sabes qué quieres?

 

Hace unos días conversaba con Carolina, una amiga de 32 años por teléfono. La conozco desde hace casi diez años, y desde ese entonces se la pasa diciendo que no quiere casarse y que no le interesa tener una relación seria –a pesar de haber estado varios años con un chico que finalmente se convirtió en el padre de su hijo. Lo curioso es que se pasó una década haciendo hincapié en esta idea, convenciéndonos a todas de lo claras que tenía las cosas.

Y después de varios minutos al teléfono, me dijo: “Me he dado cuenta de que quiero estar enamorada, y es algo que quiero hace tiempo. Quiero una relación seria, quiero a un pata bueno, algo real”… ¡Boom! Diez años de convicción a la basura. Todas sus teorías, explicaciones (totalmente racionales siempre), y motivos se evaporaron entre los segundos que pasaron mientras mi mente imaginaba una infinidad de respuestas, llegando a una extraña conclusión: “Tal vez fue lo que siempre quisiste, pero nunca admitiste” –¡y no estaba equivocada!

¿Qué pasó? Que el miedo a no encontrar a alguien y verse obligada a estar soltera no por elección sino por “obligación”, a tal vez caer en los mismos errores de una relación anterior, la inestabilidad emocional, la falta de amor propio, la inseguridad, y una serie de temas que todos tenemos en algún momento de la vida, hicieron que sea más fácil creerse una mentira disfrazada de verdad: “No quiero comprometerme, ni casarme. Ni siquiera me interesa tener una relación seria, quiero vacilar”, una declaración tan fuerte, que resonaba como un “no creo en el amor eterno ni mucho menos en el compromiso” en la cabeza de todas las que alguna vez la escuchamos hablar.

 

“Para unos esta intervención suprema es el plan de Dios, para otros son manifestaciones del Dharmakaya, para otros es obra de Alá, y para muchos es la inteligencia universal: la energía que mueve al mundo.”

 

Y claramente todo lo que había aparecido en el camino durante los años que la conozco, incluida la relación con el padre de su hijo, habían sido penosos casos que gracias al universo no se convirtieron en una relación seria. Seguimos hablando un rato, y mientras me comentaba lo bien que se sentía al poder aceptar lo que quiere para su vida en el plano amoroso, caímos en un tema que este año ha estado en la mayor parte mis conversaciones: la curiosa forma que tiene el universo de actuar.

Para unos esta intervención suprema es el plan de Dios, para otros son manifestaciones del Dharmakaya, para otros es obra de Alá, y para muchos es la inteligencia universal: la energía que mueve al mundo.

¿A qué vienen el universo y la energía en esta conversación? Carolina me contaba que ahora cuando finalmente entendía lo que quería, se sentía frustrada de no tenerlo, de que no haya llegado aún a su vida y de que el universo, Dios, Alá o Buda –o como tu prefieras llamarlo- no se lo hayan puesto en el camino. Pero si el mensaje que ella le mandó al universo durante una década es uno en el que aseguraba no querer algo en serio ni un compromiso con alguien, y no quería más que Tinder y sexo libre y desinteresado, ¿por qué recibiría algo más, o mejor, que eso?

Lo escribieron y popularizaron Mick Jagger y Keith Richards en los 70’s y casi 50 años más tarde seguimos escuchándolo: you can’t always get what you want, but if you try sometimes you might find you get what you need”.

Lo que necesitabas era tal vez pasar por una serie de relaciones monumentalmente malas, sentir la falta de amor propio, vacilarte sin mesura y vivir todo lo que viviste para darte cuenta hoy que vales más que eso, entonces quieres más y por ende estás finalmente lista para lo que siempre quisiste, pero nunca te atreviste a pedir: amor del bueno. Quizás ahora no puedes tenerlo porque el universo necesita que entiendas primero porqué no llegó antes, y cuando lo interiorices quizás llegue.

 

“¿Qué es lo que el corazón siente? ¿Qué es lo que la razón quiere? Y más importante, ¿cuál es el mensaje que le estás mandando al universo?”

 

Kiana de Azambuja, psicóloga y profesora de yoga –y una de nuestras principales colaboradoras- está ahora en un viaje introspectivo por India, así que aproveché en preguntarle como veía ella esta conexión con el universo –teniendo en cuenta el enfoque espiritual con el que maneja su vida; quería saber si esto que pedimos (todos nuestros rezos, oraciones, mantras y peticiones) pueden hacer realmente que consigamos lo que tanto buscamos. Su respuesta fue que no cree que hay alguien sentado mirándonos decidiendo qué nos da y qué nos quita, pero que sí cree que atraemos energía para que las cosas se alineen y así podamos acercarnos a lo que queremos. Hay trabajo de por medio y mucho esfuerzo, no se trata de esperar sentado a que nos caiga del cielo. Y si quizás no llega eso que tanto pedimos, entonces es tal vez porque nuestra esencia, pensamientos y deseos más profundos no son realmente hacia “eso” que creemos. Es abstracto, es complicado, es tan espiritual que es intangible y difícil de reconocer, pero quizás es real: quizás tener pensamientos positivos y visualizar lo que queremos nos acerque a lo que buscamos y nos haga más felices.

Me atrevería a decir que esa famosa idea de que nuestros pensamientos atraen lo que buscamos es cierta, porque lo he vivido, tanto profesional como personalmente: el universo te da lo que pides, pero tienes que entender –y esta es la parte difícil– que las cosas pasan cuando tienen que pasar, como tienen que pasar y duran el tiempo que tienen que durar. No va a ser en el escenario perfecto que creaste en tu imaginario, no va a ser cuando tu querías o imaginabas que pasaría, y probablemente va a involucrar decisiones difíciles, pero si un día aparece en tu camino, tómalo y embrace it.

¿Qué es lo que el corazón siente? ¿Qué es lo que la razón quiere? Y más importante, ¿cuál es el mensaje que le estás mandando al universo?

Probablemente nunca lo entendamos a ciencia cierta; como seres vivos lo que sentimos y pensamos es inconstante, lo que hoy nos hace feliz en unos años puede convertirse en la principal causa de nuestra infelicidad, pero quizás entender nuestros sentimientos y deseos –teniendo en cuenta que a medida que vamos creciendo y madurando estos cambian– puede ser un gran primer paso para eventualmente obtener lo que tanto anhelamos.

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