Mi vida con el virus del papiloma humano

No eres la única, somos millones. Esta es mi historia con el virus del papiloma humano, la enfermedad de transmisión sexual más común en el mundo.
Por: Alejandra Travi*
La primera vez que escuché sobre el virus del papiloma humano tenía 14 años. Durante el recreo, una amiga contó que su mamá la llevaría a vacunarse contra el VPH. “Dicen que es muy fácil contraerlo. Quizás también deberían vacunarse”, dijo. En ese momento me pareció muy lejano hablar de enfermedades de transmisión sexual. No tenía pareja y era virgen.
Una semana después, volvió esa misma amiga con un curita en el hombro. “Me dolió horrible el pinchazo. No puedo ni levantar el brazo, y eso que aún me faltan dos dosis”, contó. En ese tiempo detestaba las agujas, por eso preferí no tener que pasar por ese tormento. Tiempo después me arrepentiría de no vacunarme.
Pasaron los años, inició mi vida sexual. Recuerdo que estaba en los últimos ciclos de la universidad, cuando mi mamá me dijo: “Ale, voy a ir a hacerme un chequeo completo a una clínica de ginecología oncológica. ¿No quieres ir?”. Acepté a regañadientes. Las pruebas de Papanicolaou nunca me gustaron. El espéculo de metal, la posición de dar a luz y una linterna apuntando a mi vagina siempre me hacían sentir invadida e incómoda.
“Las pruebas de Papanicolaou nunca me gustaron. El espéculo de metal, la posición de dar a luz y una linterna apuntando a mi vagina siempre me hacían sentir invadida e incómoda”.
Me hicieron un Papanicolaou, una ecografía genital, una mamaria y una colposcopía (examen del conducto vaginal y del cuello del útero a través de una cámara). En esa última prueba fue que el ginecólogo vio una lesión en mi cérvix. “Parece ser que tienes el virus del papiloma humano. Pero eres joven así que tu cuerpo podría eliminarlo”, me dijo.
Eso pensé y puse todas mis energías en creer que mi organismo expulsaría el virus por mí. Me olvidé del asunto (por miedo) e ignoré durante años los flujos anormales que siempre me acompañaron. Este fue el único síntoma visible que tuve. Cuando me animé a hacerme todos los exámenes para confirmar si tenía o no el VPH, ya tenía 25.
VPH positivo
Aún recuerdo cuando, muy confiada, fui a que mi ginecóloga me entregara los resultados de las pruebas. “Tienes VPH, genotipo 16, que es de los más difíciles de combatir. La lesión que tienes en el cuello uterino se encuentra en nivel II, lo que significa que es un pre-cáncer. Si estuviera en el nivel III ya sería cáncer”, me dijo. Fue lo último que pensé oír esa tarde. Lloré y me lamenté en el consultorio. La palabra cáncer, así tuviera un prefijo, era demasiado dura de escuchar.
Más calmada, hablé con mis papás y mi novio. Me apoyaron en acudir primero a un centro de medicina alternativa. Ahí me aplicaron oxígeno vaginal y oralmente, dióxido de cloro (CDS) por la vagina, seguí un tratamiento con cúrcuma medicinal, bebidas alcalinas, un menú vegetariano y agua embotellada, y hasta una sanación akáshica de útero.
“Sentí que el tratamiento natural que estaba llevando era muy lento para la etapa en la que estaba el virus. Mi mamá me recomendó volver de nuevo donde ese ginecólogo oncólogo que visité en mi época universitaria”.
Sentí que el tratamiento natural que estaba llevando era muy lento para la etapa en la que estaba el virus. Mi mamá me recomendó volver de nuevo donde ese ginecólogo oncólogo que visité en mi época universitaria. Fuimos y me sometí a todo de nuevo: la camarita en mi útero, la ecografía, el Papanicolaou. “El cono leep es la mejor opción. Con un láser, se retira el área afectada por el virus. Luego de la intervención, limpiaré la herida frecuentemente para que el tejido se regenere más rápido. Tranquila, te entregaremos un cuello de útero sano de nuevo”, me dijo confiado.
Por muchos años hice lo posible por evitar este momento. Tuve miedo cuando mi amiga me contó sobre la vacuna dolorosa, también cuando me encontraron aquella herida en el cérvix, luego me ponía nerviosa cada vez que visitaba a mi ginecóloga por mis infecciones vaginales (la bendita candidiasis), y más cuando me hablaron de un precáncer. Me di cuenta que en los últimos años había estado aterrada. El miedo me había paralizado y me había llevado a no hacer nada.
Aceptar el virus del papiloma humano
Decidí aceptar que tenía el VPH, la enfermedad de transmisión sexual más común en el mundo. Se estima que más del 50% de mujeres sexualmente activas se infectarán alguna vez en sus vidas con él. No podría acabar con este virus si me quedaba de brazos cruzados, o si elegía el camino más suave.
Me operaron a finales de mayo (exactamente tres semanas después de extirparme un tumor benigno de una mama). Sí, mayo fue mes de cirugías para mí. Desde ahí, he ido a cada cita, a cada limpieza de la herida, también me han inyectado vitamina C para la cicatrización y ya voy dos dosis de la vacuna contra el VPH. También he pasado por la ceremonia de las piernas abiertas, el espéculo y la linterna. Ya no la detesto tanto.
“El virus todavía sigue en mí y existe una mínima posibilidad de que pueda causarme otra lesión. Pero esta vez estoy avisada, bien informada y empoderada”.
Hace unas semanas pude ver mi cuello de útero nuevamente. Está rosadito y sano. Veo las fotos del antes y el después, y me da pena haber dejado que mi cuerpo sufriera por tanto tiempo. El virus todavía sigue en mí y existe una mínima posibilidad de que pueda causarme otra lesión. Pero esta vez estoy avisada, bien informada y empoderada.
A todas las chicas que sienten que algo anda mal ahí abajo, les aconsejo que vayan al médico (el que quieran: convencional, alternativo, espiritual, etcétera), pregúntenle todo lo que puedan y opten por una vida saludable. El estrés y la ansiedad son grandes amigos de esta enfermedad. Hacernos las ciegas tan solo puede hacer que la situación se agrave. ¡Y no olviden los chequeos preventivos!
*Este texto ha sido escrito en base a la experiencia personal de la redactora. Si crees que podrías tener el VPH, te aconsejamos visitar a tu ginecólogo de confianza.
Sobre la autora:
Periodista y editora egresada de la UPC. Ha escrito para las revistas SoHo Perú, Cosas, 15 Minutos y Regatas. Practica pole dance, pinta con acuarelas y tiene dos gatos. Confiesa haber visto más de una decena de veces todos los capítulos de Friends.