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Las herramientas que debes desarrollar para enfrentar una pandemia

Las herramientas que debes desarrollar para enfrentar una pandemia

Llevamos más de cinco meses conviviendo con un virus mortal en Perú; la cifra de contagiados y muertos asciende a más de 400 mil casos confirmados y más de 19 mil fallecidos. Estos números nos dicen a gritos que quedarnos en casa, lo que dure esta pandemia, sigue siendo la mejor opción.

Es una constante en mis conversaciones decir “cuando todo pase”. Quizás porque creo firmemente en que esto pasará, aunque tomará tiempo, o tal vez porque intento convencerme a mí misma de ello cada día (la esperanza como mecanismo de supervivencia). Iré a bailar con mis amigos, volveré al teatro a ver una comedia, visitaré a mi familia, y celebraré mi cumpleaños con mis personas favoritas en el mundo. Y así una serie de promesas, o incluso metas, que me he planteado para cuando todo pase. Pero antes de eso, solo una cosa hay por hacer, y es quedarme en casa.

Desde el fin de la cuarentena, parece haberse borrado de nuestra memoria la crisis que atraviesa el país. Más de 100 días en aislamiento social obligatorio puede haber resultado agotador, desgastante, caótico, y seguramente desesperante. Pero la cuarentena tuvo logros importantes en la contención de la pandemia y bajar la guardia, a estas alturas, solo implica retroceder.

Paciencia y empatía en tiempos de COVID-19

La paciencia y el saber esperar no son características innatas del ser humano, se construyen y demandan mucho esfuerzo. Las reuniones sociales, los viajes de ocio y las salidas sin necesidad han demostrado nuestra incapacidad de postergar placeres inmediatos por un fin mayor: la salud. Algunos bajo la premisa de que “están apoyando a la economía”, otros apelando a que “lo hacen con todas las medidas de seguridad”. Pero olvidamos que la economía está relacionada también con las vidas y muertes, y que los doctores, por ejemplo, trabajan con todos los protocolos sanitarios y aun así mueren.

Perú es el tercer país en América Latina con más casos de coronavirus, y con nuestros hospitales cerca del colapso y en medio de una escasez de equipos médicos y oxígeno, los casos confirmados y número de fallecidos siguen en aumento. Esto parece estar lejos de terminar. Pero cuando acabe, muchas personas habrán perdido a sus seres queridos, otra gran parte se habrá quedado sin trabajo, y muchos más sin hogar, además de las repercusiones importantes en salud mental.

Buscando al culpable

Frank Snowden, profesor emérito de historia de la medicina de la Universidad de Yale, comentó en una entrevista a la BBC que “las epidemias han tenido un enorme impacto en todos los aspectos de la vida humana desde la peste negra, donde había programas antisemitas, oleadas de xenofobia. En muchas pandemias vemos la persecución de extranjeros acusados ​​de la enfermedad. Con el coronavirus vimos que en Italia se buscó al paciente cero con la idea de culpar a alguien y en Nueva York una persona asiática fue atacada en el metro…”.

Esto no es más que otro síntoma de una sociedad enferma de individualismo, en la que busco ejercer mi libertad sin medir las consecuencias colectivas de mis actos. Paradójicamente, somos también una sociedad cazadora de culpables, en la que, desde la óptica individual, todos tienen responsabilidad menos yo. Sin embargo, queremos resultados rápidos, pero nos cuesta comprometernos con proyectos en los que no vemos un beneficio inmediato. Quizás haga falta recordarnos todos los días que la mayoría de grandes logros y éxitos, requieren tiempo.

Subir a un avión para “alejarse del ruido de la capital”, asistir a una reunión con amigos, circular en la vía pública sin mascarilla, no respetar la distancia física… son todas variables de la ruleta rusa que es el contagio de la COVID-19.

A pesar de lo desolador que puede parecer el panorama, sin vacuna ni remedio, tenemos una certeza: el distanciamiento social es la única protección real que existe por ahora y la única forma conocida de contener el virus. Por ello, en medio de una pandemia, las decisiones de cada individuo importan. Subir a un avión para “alejarse del ruido de la capital”, asistir a una reunión con amigos, circular en la vía pública sin mascarilla, no respetar la distancia física… son todas variables de la ruleta rusa que es el contagio de la COVID-19.

Por ahora, podemos entrenar nuestra paciencia y asegurarnos de que las decisiones que tomemos sean las correctas. Esta es una buena forma de respetar el trabajo del personal que enfrenta el virus en primera línea y de honrar a las víctimas que ya ha cobrado la pandemia. Así, cuando todo pase, podremos decir que valió la pena esperar un tiempo más para tomarnos esa cerveza en el bar.

 

 

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