La vida después de los 20 (y antes de los 30)

De niño sueñas con los 20’s… Con llegar a esa etapa adulta en la que por fin eres independiente y libre de tomar tus propias decisiones. Pero los cumples y te das cuenta que sigues estudiando, que tal vez aún dependes económicamente de tus papás, o que terminaste la universidad, pero no elegiste la carrera de tus sueños –o simplemente no era lo que esperabas. Y de repente tienes que buscar un trabajo que te encante y en el que te paguen bien para poder mantenerte en algún momento (si aún no lo empezaste a hacer). Y como toda la responsabilidad que conlleva bailar con tu propio pañuelo no basta, existe también la enorme presión social que sientes con cada paso que das: casarte, tener un primer hijo y no dejar pasar mucho tiempo para tener el segundo, comprarte una casa más grande, y cumplir una serie de requisitos que tal vez no son los que quieres para tu vida hoy.
Vivimos en una sociedad, y somos la colilla de una generación, a la que se le enseñó a vivir para trabajar, a la que le dijeron que hay que disfrutar “después”, a la que le enseñaron que lo primero, y lo principal, es conseguir un buen trabajo, encontrar a alguien, casarte y tener una familia para estar completo en la vida –cuando en realidad deberíamos sentirnos completos y plenos solos, antes de incluir a quien sea. Deberíamos buscar ser felices en la vida no por el trabajo magnífico que podamos tener, no por el matrimonio ejemplar que podamos lograr, no por la familia increíble que podamos crear, sino por quienes somos, por la persona en la que te convertiste, por la madurez con la que enfrentas los problemas, por la pasión con la que haces las cosas y por la alegría con la que sales adelante.
Deberíamos enfocarnos más en encontrar la felicidad interior –que no siempre se refleja en el exterior– para después sazonar nuestras vidas con lo que sea que pueda aportarnos más alegrías (teniendo claro que nunca van a ser situaciones o personas perfectas): un trabajo, una pareja, un matrimonio, un hijo, etc.
Tenemos que rescatar la importancia de disfrutar el tomar decisiones por convicción y no porque “es lo que esperan de ti”, disfrutar de las etapas de la vida y lo que cada una trae consigo. Disfrutar de los 20 para conocerse a uno mismo, para recorrer tu país –y si puedes el mundo–, para enamorarte sin que eso signifique dar un paso adelante, sino mantenerse quieto para sentir con cada latido el inmenso amor que te invade cuando estás con la persona indicada, para estudiar la carrera de tus sueños. Disfrutar del silencio y de la duda, de la confusión, del no saber qué quieres hacer con tu vida o por otro lado disfrutar de la enorme seguridad que te dan todas las decisiones que has tomado. Pero nos incitan a apurarnos, a hacer una cosa tras otra sin pausa porque de lo contrario ‘¿qué estás esperando?’.
No se trata tampoco de dejar de hacer las cosas, hay que definitivamente ser consecuente con nuestros ideales –nada nos va a caer del cielo– y hay que ser también responsables con nuestras vidas –no hemos venido al mundo para no hacer nada. Obviamente hay que trabajar por algo, hay que generar ingresos, hay que tomar decisiones importantes, hay que tener el coraje de elegir a alguien con quien queramos pasar el resto de la vida (si es lo que buscamos), pero, ¿dónde está el apuro? Nos pasamos la vida pensando que la edad es un límite inquebrantable… Y en el caso de las mujeres los límites se enfocan más en el lado del matrimonio e hijos: si a los 30 no te casaste estás mal, si a los 35 no eres mamá, estás peor, y así sucesivamente. Si lo hiciste está bien, qué bueno y qué felicidad que hayas podido incluir a nuevas personas y proyectos en tu camino, pero si no es el caso no te apures. Vivimos bajo parámetros que tal vez ya no funcionan con nuevas generaciones que buscan, más allá de todo, la felicidad personal… Esa que se te sale por los poros y sobrepasa cualquier alegría que algo externo a ti te pueda ofrecer.
Hace poco empecé a leer The life changing magic of not giving a f*ck, de Sarah Knight. En este libro la autora cuenta su trayectoria hacia una vida más feliz. Todo se resume básicamente a hacer las cosas que te gustan, cuando te gustan, con quien te gusta, para poder hacerlas bien, y no hacer lo que la gente espera de ti porque “la sociedad lo dice”. Ella se animó a hacerlo a los 40 años… ¿Porqué no nos comprometemos a encontrar la felicidad antes de los 40?
Fundadora y directora general de Vitamina M. Estratega en comunicación de marca y PR.