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La distancia solo se mide en el globo terráqueo

La distancia solo se mide en el globo terráqueo

Amor a la distancia

Tengo 27 años y una relación a larga distancia. Contra prejuicios y comentarios, Nat y yo solucionamos todo hablando (y no en el mismo idioma).

Por: Camila Cantuarias*

Desde que empecé mi relación con Nat, he escuchado muchísimas veces las frases: “Esas relaciones de lejos nunca funcionan”, “¿cuándo se van a ver?”, “¿cómo sabes que no te está engañando con otra?”. Tantas preguntas que volverían a cualquiera en una persona desconfiada. En mi relación, donde hay más de 7 mil km que nos separan, 5 horas de diferencia, distintos continentes y hasta otro idioma, no existe esa desconfianza y es porque yo lo decidí.

Mi enamorado es inglés, lo conocí hace años pero nunca mantuvimos una relación hasta el año pasado que en un arrebato dijimos: ¡Hagámoslo! Era el 19 de octubre, él estaba en Lima y se iba a los cuatro días a Bolivia. No estaba en sus planes volver al Perú pero luego sus planes cambiaron. Iba a volver el 6, luego adelantó su viaje al 2 y se quedó un mes más. Al principio pensaba que estábamos siendo impulsivos, que no lo íbamos a lograr porque no había ningún “plan”. Sí, yo tenía un plan de vida desde hace un tiempo, pero Nat no era parte de él. Hasta que lo fue.

En marzo del 2019 comencé el papeleo para postular a varias maestrías. Todas eran en el Reino Unido, qué coincidencia. Ingresé a cuatro universidades, entre ellas la que yo quería más que cualquier otra: Edimburgo, Escocia. Hablando con Nat, me comentó que quería hacer su maestría en esa misma universidad; aplicó y a las dos semanas ingresó. Los dos estábamos dentro de la misma universidad. Esto era muy extraño para mí, como si todo se confabulara para salir bien.

Amor a la distancia

No voy a negar que las relaciones a larga distancia son duras. Él se va a dormir cuando acá son las 7 de la noche y yo soy una persona nocturna. A veces quiero abrazarlo o ver una película con él. Quiero las cosas sencillas de una relación pero no las puedo tener por ahora.

Aún así, para no sentir esas ausencias, trabajamos mucho en nuestra comunicación. No hablamos todo el día pero, cuando tenemos tiempo, somos sinceros con cómo nos sentimos, nos contamos nuestros días y ya nos conocemos tan bien que hasta si el “Hola” por WhatsApp tiene una “a” menos yo sé que algo le pasa. Normalmente él me lo cuenta sin que le pregunte. Y sí, nos peleamos, pero hemos reforzado tanto el tema de la comunicación que lo resolvemos hablando. Él no se va a dormir molesto y yo no me quedo toda la noche despierta inquieta. FaceTime es nuestro mejor aliado y pasarnos música por Spotify, sobre todo romanticona, es parte de nuestro plan.

“A veces quiero abrazarlo o ver una película con él. Quiero las cosas sencillas de una relación pero no las puedo tener por ahora”.

Tengo un pasaje comprado para ir a verlo en abril y conocer a su familia y amigos. Algo que descubrimos juntos es que es bueno saber cuándo puede ser la próxima vez que nos veamos (al menos una estimación de en qué mes) para no perder la cabeza.
Lo que más me gusta de mi relación con Nat es que cada uno hace su vida y al final del día nos llamamos a compartir nuestros logros o fracasos. Básicamente, lo mismo que hacemos cuando estamos físicamente juntos.

El saber que mi maestría empieza en septiembre y que me voy en agosto a vivir con él es un empuje para estar emocionada por el futuro. Los dos tenemos diferentes carreras y sueños. Yo siempre sentí que quería cambiar el mundo (desde mis posibilidades) y nunca lo decía porque supuse que la gente iba a pensar que estaba loca. El año pasado, conversando con él en el sofá de mi casa, no sé porqué salió el tema de los sueños y él me dijo: “Quiero cambiar el mundo”. Ahí me di cuenta que no estaba sola en mi locura. Todos los días por WhatsApp hablamos de centenares de temas y sobre cómo lograremos nuestro propósito compartido.

Al final, la distancia solo se mide en el globo terráqueo.

Acerca de la autora:

Periodista y escritora limeña. Amante de los perros y gatos. Dedica su tiempo entre leer, escribir, investigar y realizar voluntariados.

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