Crónica de un sentimiento

Niña de 8 años no busca el maquillaje de su mamá para pintarse la cara de rojo y blanco, pero sí se sienta a su lado frente al televisor y alienta, de manera única y especial, a un grupo de hombres que visten dichos colores, sin saber realmente el origen del entusiasmo que siente, sin saber realmente lo que significa una selección.
Niña de 12 años recibe un regalo, un polo rojo con unas inmensas letras blancas que muestran la frase “te amo Perú”; lo usa con orgullo y sobre todo con mucha fe. Se sienta frente al televisor, con su mamá siempre al lado, y escucha un redundante “sí se puede”. Lo interioriza y se da cuenta de que algo no funciona, pasados esos 90 minutos y un poco más, las voces que salen de ese televisor suenan distinto, no suenan tan fuerte y siente como poco a poco esas mismas voces tratan de borrar esa frase que lleva en el pecho, ese “te amo Perú”.
Adolescente de 16 años no lleva el polo que le regalaron porque su ser creyente en las cábalas siente que es mejor así, respaldada por su lado hincha, que siente que todo lo que ese polo significa se grabó en su corazón desde hace mucho. Prende el televisor y las voces que salen la abruman, la llenan de dudas; y las opiniones de aquellos que desbordan “autoridad”, la quiebran. Se pregunta, ¿es tan fácil juzgar? ¿Este es realmente el reflejo de lo que pensamos de nuestro país?
Chica de 20 años, tras varios años de sentarse frente al televisor, va comprendiendo lo que ve, trata de ir más allá de los magos, personajes fantásticos e iluminados titulares que pasaron por sus ojos para concentrase en el centro de todo, lo verdaderamente importante, el juego, un sentimiento. Una revaloración de nuestra identidad. Dos años después de esa revelación, llega el comienzo de una “nueva era”, esa era que estábamos esperando, la era del “tigre”; que de raya en raya nos comenzó a poner de pie, dándonos la energía que necesitábamos para no volver a sentarnos más.
Mujer de 24 años se da cuenta que ese lema que nos minimiza, no nos llevaba a ningún lado. La seguridad en las palabras comenzó a reemplazar poco a poco los “ojalá”, y pudo ver como esas miles de voces que preferían ir por el comentario típico, cambiaron con convicción el “sí se puede” por un “podemos”. Dejando de lado a los seres “fantásticos” para revelar que no hay nada más fantástico que un aliento incondicional. Un aliento que se reparte en 23 partes iguales, gracias a la capacidad de una persona que nos reconectó con todo aquello que llamamos confianza. Una entrega total, de comienzo a fin.
Mujer de 24 años no se pinta de rojo y blanco porque su espíritu ya es bicolor, pero observa con una sonrisa en la cara cómo un país entero se aleja de las críticas; cómo esa temida pantalla de televisión se logró convertir en la mejor expresión de gratitud, análisis real y unidad. Cómo un comentarista deportivo se volvió un héroe nacional, con ese don bendito de poner en palabras todo aquello que 33 millones de peruanos sentíamos en nuestras entrañas. Cómo el liderazgo de un “guerrero” llevó a un “mudo” a desarrollar una voz, a unas “orejas” a saber escuchar y a un grupo de muchachos a convertirse en un equipo, y con todas las letras bien puestas, se siente orgulloso de lo que es y de lo que puede lograr.
Mujer de 25 años prende el televisor y ve a su país en un mundial. Sabe que uno o dos errores no cambian nada. Observa con alegría cómo las voces del televisor nunca más se volvieron oscuras y está absolutamente convencida de que nada puede cambiar lo que somos hoy: un país como ninguno, un país incondicional. Y hasta hoy, no hay sentimiento que se le pueda asemejar.